Tomese un par de estos si usted padece de los siguientes síntomas:
- Tristeza supina
- Rabia contenida
- Locuras varias
- Falta de fe
- Cansancio por nada
- Intolerancia a los colores (o amante secreto del gris)
- Nostalgia fotográfica
- Adeudado de vida
- Conflicto con el tiempo
- Domador de vidas ajenas
- Escultor de la mente vaga
- Torpeza universal
- Desgana vomitada
- Fraude anímico
- Desamor coloquial (o síndrome del amigo)
- Confusión constante
- Elaborador de problemas en alto grado
- Obesidad buscada
- Cuerpo vacío
- Fluídos amargos o con exceso de sal
- Mirada abstracta
- Sueño inquieto o con voluntad propia
- Conocimiento muerto
- Mala entonación
- Mascota inexistente
- Tinnitus alienigena
- Eclosión de cabeza
- Pulmones llenos de memorias
- Muebles torcidos
- Andar descompasado (también si no tiene sincopía)
- Espesor visual (o neblina ocular)
- Ansia sin dirección
- Compulsión vendida
- Fobia musical
- Percepción de otra geometría
- Con un pie dentro de otra dimensión
- En la lista de morosos de la muerte
- Ausencia de poder
- Ausencia de cuenta bancaria (o anulada)
- Ausencia de microbios beneficiosos
- Segunda vida repetida
- Rutina mal entrenada
- Fatiga aumentada
- Y para todas esas enfermedades incurables pero tratables como la hipocondría humana, no surgiendo riesgo al compatibilizar junto a otros medicamentos y placebos.
(Dicha recomendación puede aplicarse a otros productos homologados supervisados y aprobados por expertos en la materia. En caso de duda consulte con su melómano de cabecera).
Y no es para
menos. Internet es la prueba, un lugar que no para de crecer sin
final donde un límite se hace inviable (aunque todo es posible). El
principal problema es que todos sus interlocutores hablan a la vez,
con el caos de letras que suponga eso. Aun rompiendo la barrera del
idioma, seguimos sin entendernos, todos somos locos que hablan sin
cesar a su manera. Exigimos, queremos compartir nuestra opinión,
pero sobretodo, queremos que nos escuchen. Pero una cosa es oír y
otra escuchar, cosa que por muy pocas barreras no se puede evitar.
Son aspectos que nacen de uno, del verdadero interior.
El juego es
más emocionante si se complica, pero a veces se hace
inconscientemente. En esta torre se juega con “verdades”, y como
tal, no pueden ser mentira. Pero, claro, hay verdades que se
contradicen, por lo que deducimos que la verdad es relativa... ¿pero
la verdad no es verdad y nada más que la verdad? Entonces se
producen los choques, los golpes del juego que a veces van más allá
ya sea por despiste o por maldad. Estas dos acciones sí son reales,
una inconsciente y la otra consciente, en un juego de verdaderas
acciones que no se pueden ocultar.
Como la
verdad es relativa, significa que no es pura, que es un tanto
artificial; y la mentira es artificial. Entonces podemos llegar al
punto de que son “medio verdades”, que es lo mismo que “medio
mentiras”. El problema de jugar con mentiras es que pueden engañar
a todos, sobretodo a uno mismo. Con tal de no asimilar la mentira de
la vida (la única real) se adapta nuestra máscara de la verdad a
una forma con la que pueda defenderse. Pero no existe la protección
absoluta, y siempre, siempre, acabará rompiéndose... en esos leves
instantes, uno queda ciego por la luz de la realidad, aprendiendo
algo hasta ese momento desconocido que nos enseñará a mejorar...
sobretodo a la hora de crear una nueva máscara, surgida de la nada
en un tiempo que de tan breve no puede dar tiempo a visualizar más
la luz que todo lo rodea.
Este juego
es demasiado viejo, tanto como lo pudo ser la propia Torre de Babel,
y ya no se es posible salir de el bajo ningún concepto. No queda
otra que participar a la fuerza e intentar ser el mejor, el que más
convenza con elocuencia aunque en el interior no haya nada. Cada
locutor tiene un interior, y como esté hecha su máscara de verdad y
mentira se podrá saber de qué se ha alimentado hasta llenarse. Se
es lo que se come, y en la era de la información al alcance de
cualquier mano es posible devorar datos basura e inservibles con
demasiada facilidad, consiguiendo una metamorfosis muy lenta pero
efectiva, hasta convertirse en algo distinto sin apenas percatarse.
En la vida todo es lento, demasiado, y por ello nuestra percepción
no está preparada, tan adaptada a la supervivencia de movimientos
rápidos y seres en las sombras, sin seguir sabiendo como mirar para
dentro y encontrar al verdadero depredador que acecha constantemente.
Al final lo
que se ha logrado es juntar a mil chicharras distintas dentro de una
misma caja de zapatos. Más allá del sonido emitido, la proeza es
meter todo eso ahí; pero más proeza es comprobar como sigue
creciendo el número de cantarinas dentro de la caja... sin parar y
sin aparente final.
En
definitiva, es imposible entendernos con tanta verdad fabricada
aunque sea sin malicia, y aun conscientes de la mentira, esta se
convierte en verdad si se es contada las suficientes veces. Aunque en
la torre el idioma ya sea universal, nos seguimos topando con
múltiples idiomas bajo una misma forma, con distintos pensamientos
bajo la misma bandera, con opiniones cada vez aderezadas de distintas
maneras; y eso sólo puede significar confusión y desorden, solo que
esta vez se comprenden las palabras expresadas... pero nada más.
A partir de
este artículo: http://www.eliax.com/index.cfm?post_id=10734 me surge una rabia sana para discutir una vez más
que no creo en el tiempo o incluso la gravedad. Antes de que asumáis
y queráis darle al botón de cerrar, quiero explicarme, debatir
dicho artículo. No seré científico pero como todo ser humano sé
pensar, y como el enfrentamiento entre la Teoría de la Relatividad y
la Mecánica Cuántica, dos pensamientos se enfrentan bajo la forma
de opiniones, intentando colapsarse para ser uno con tal de
comprender mejor el Universo “que pisamos”.
El tiempo es
un concepto abstracto inventado desde los primeros hombres. Es ajeno
a la realidad por el simple hecho de que, como sociedad, necesitamos
medirlo todo para poder sobrevivir y evolucionar. Si no hubiese sido
esto, habría sido otra cosa, pero se hace difícil pensar en qué
podría haber sido, resultando por lógica que quizás el concepto de
tiempo fue inconscientemente el más apto y fuerte entre los demás,
acorde al estilo que el humano iba tomando y evolucionando.
Porque, ¿no
os extraña que la evolución haya sido tan precisa para llevarnos
hasta aquí? Hasta este punto de informática y demás comodidades
imposibles de imaginar si no las vemos. La evolución no es un único
camino, y de las miles de posibilidades, se ha terminado en esta “que
también pisamos”. El tiempo ha influenciado de sobremanera, donde
asumo que de no haber inventado el concepto, seríamos de otra forma
pero igual de evolucionados y adaptados. Ya digo que es muy difícil
imaginar cómo, algo lógico después de todo.
Lo que temo
es que el tiempo ya no tiene cabida en nuestro pensamiento avanzado,
pero debido a como está adaptado el mundo (la evolución es
principalmente eso, adaptación más que mejora), sería un verdadero
cataclismo si de repente se arrancara al tiempo de nuestra realidad.
Esto lleva a pensar también en el concepto de religión, que nació
en una época de una raza novata en esto de inventar y que, de
necesario en su momento, ahora tampoco tiene cabida por el camino de
avance que tomamos. Los viejos métodos de supervivencia siempre se
honrarán, pero no hay que dejar que sigan entorpeciendo cuando se ha
mejorado; sobretodo milenios después...
Del artículo
observamos que se comparan dos fenómenos como el Big Bang y los
agujeros negros. De ambos hay rastros que demuestran su existencia,
pero del primero se asume demasiado; al igual que el tiempo. ¿Cómo
sabemos realmente que el Big Bang sucedió? Nos lo cuentan desde
niños y ya lo asimilamos más que plantearlo, porque, claro, los
adultos saben más y no se pueden equivocar... si esto fuese así, la
de quebraderos científicos que se habría ahorrado la historia. El
Universo se expande, pero no tiene porque haber sido por una
explosión aunque todo apunte a que sí. Mucha menos cabida tiene la
religión, vaya, pero se insiste en mantenerla por esa creencia que
de tan arcaica va a costar desprenderse (como el tiempo).
De los
agujeros negros también se asume, porque no se ha podido acercar a
uno lo suficiente... ni se debería. Hay muchas teorías, donde de
las que más me gustan es la que trata a estos como estrellas que de
tanta gravedad absorben hasta su propia luz, supongo que también
aplastando su propia masa y sobreviviendo por puro milagro tan acorde
como comprender al mismo Universo. Aquí entra en juego mi amiga la
gravedad, de la cual aún no se ha demostrado su existencia en
términos más básicos. ¿No será que también tenemos una idea de
ella como la del tiempo? Asumimos que es algo físico y por lo tanto
real. Mientras que el tiempo es una invención para sobrevivir, la
gravedad hay medio-invención en torno a ella, que de tan vieja la
teoría ya se ha asimilado y fusionado con nuestras mentes tan poco
dadas a desprenderse de las cosas.
El caso que
la gravedad está ahí y mueve literalmente al mundo, resultando que
la teoría de Einstein es magnifica y realmente imaginativa, sobre
eso de que el peso de los cuerpos muy pesados pliegan el propio
espacio-tiempo para lograr mover su alrededor. Me parece magnifica la
visión, pero... ¿y si Einstein también se equivocaba? Y si se
equivocaba una de las más grandes mentes... la hemos liado, que poco
futuro nos espera a la humanidad hasta que nazca otro mesías como
él. Bromas aparte, estoy convencido que por muchos quarks que se
partan jamás van a encontrar a los Gravitones, las supuestas
fracciones de átomos que suponen la gravedad. Se asume que una
energía que mueve a otras tiene átomos ¿no? ¿Y si en realidad es
otra cosa como, no sé, una inercia que dura aún desde el inicio del
Universo? De esa energía se puede detectar y medir, pero no tiene
porque ser algo “palpable”, o al menos no tanto como lo pueda ser
el hecho de dar una patada a un balón, pero tan fuerte que se pierde
en el infinito para ir moviendo el espacio a su alrededor en su
entorno, donde la clave y respuesta no está en el propio cuerpo que
produce eso, si no en donde se inició todo, de donde realmente
procede esa fuerza a la que llamamos gravedad.
Me sorprende
del artículo lo que se dice sobre los resultados al no aplicarse el
tiempo. ¿Pero es que a nadie se le había ocurrido no aplicar el
tiempo para algunas cosas? Algo inventado entorpece los hechos reales
de verdad, los que se definen por los no creados por el hombre, esas
cosas que ya estaban ahí antes de nuestro ego. Si las dos teorías
citadas, Relatividad y Cuántica, se fusionan gracias a quitar el
tiempo... será por algo ¿no? Si es que no hace falta pensarlo
mucho, y de tan lógico es increíble lo orgulloso que es el hombre
para poder asimilar y reconocerlo, pero sobretodo para matar
costumbres que lo pueden dejar anclado en un mismo punto toda la
vida. El Universo es movimiento o incluso caos, menudo error ser
estática dentro de ello, lo que incluye el comportamiento o
pensamiento.
También me
sorprende como se aferran a ello con la teoría de la cinta de
película grabada, con el convencimiento que de un fotograma a otro
es “tiempo”. A ver, es eso porque lo estamos aplicando, porque
queremos verlo así. Para mí es una cinta que muestra imágenes
consecutivas, pero eso no significa que el tiempo tenga porque ser
medido así; que se mide, pero me refiero al concepto mismo de
medirlo, de insistir en aplicar atributos a todo lo que es ajeno a
nuestro interior. Por tener “tiempo” o cosas similar lo puede
tener cualquier cosa, es lo que tiene la imaginación y creatividad.
Para mí la película no es tiempo en estado físico, si no eso
mismo, una cinta de película que si le aplicas luz se logra un
pequeño milagro tecnológico.
Ya que
estamos, comentaré una teoría cuántica sobre la creación de la
existencia. Lo suyo es aplicar los pequeños experimentos de
laboratorio a escala máxima y/o universal. La Física Cuántica nos
habla sobre que los átomos se comportan de otra forma si son
observados... bien, apliquemos esto al Big Bang, asumamos que para su
nacimiento o explosión hiciera falta “ser observado”. Quizás
era una estática y hasta que no se le dio al botón de inició no
comenzó el espectáculo... o mejor dicho, hasta que no se le
aplicara un concepto nuevo que no conocía, uno todo contrario a su
estado de quietud. Si todo son átomos que reaccionan al mirarse, el
Universo no iba a ser menos.
Claro está,
en ésta teoría no veo cabida para la religión, ni siquiera un 1%,
ya que insisto en que es otro concepto de tantos que inventamos desde
cero por intentar dar sentido al mundo. Una vez que hubieron medios y
un cerebro mejor, se tendría que haber reconocido los errores y
enterrarlos. Pero la costumbre es mala , definida por una memoria de
la genética demasiado poderosa.
En
resumidas, el propio artículo citado apoya un hecho como la
inexistencia del tiempo, su fuerte y que logra que sea muy
recomendada su lectura. Lo malo es cuando se muestra solo cómo se
pierde entre teorías sobre que si el Universo fuera una película,
que entonces todo estaría predestinado y no habría libre
albedrío... ¿por qué complicarse de esta forma? Y ahí es donde se
demuestra que la raza humana tenía mil caminos inconscientes por
tomar en su avance tecnológico, escogiendo unos hasta el punto de
aferrarse y negar los demás.
Si el
escritor de ese artículo insiste en que todo está preparado por ser
una película ya grabada... al final así será. Y si montara una
civilización llegarían al punto de evolucionar hasta esa verdad,
hasta incluso demostrarla con mil teorías más bastante
convincentes. Por ahí puede ir una de las verdaderas magias del ser
humano.
María la vaca pastaba sin cesar, ni cesar o cesar. No tenía manías, le gustaba lo que tenía a pata: hierba fresca verde. No había variedad, ¿pero para qué más? Si estaba buena y daba lo que todos sus caprichosos estómagos pedían, que no era poco. Ni siquiera se había planteado tener hijos, mas que nada porque no había ningún toro cercano que la quisiese empujar. Un día, entre tanto pastar, llegó a un límite. No era que se hubiera acabado nada, era sólo algo sólido frente suya, insistente en quedarse en el sitio. María tardó días, quizás semanas, en analizar y terminar de comprender qué era aquello, todo con cara de campeón de poker, masticando de una forma que hasta parecía que rumiara todo el tiempo la misma brizna de hierba. Por fin fue que, como inspirada por la luna de aquella noche como demostró una sonrisa dentada de mamífero entre graciosa e intimidante, se dio cuenta de que eso se podía mover hacia delante, como una especie de pared que se convertía en agujero móvil, balanceándose impaciente como si la invitara a pasar con deseo y de forma muy nerviosa pero hipnótica. Hizo caso a ninguna palabra que se oyera y avanzó... La cronofagia se define como la acción que realiza un cronofago, alguien que devora el tiempo, ya sea el propio o incluso ajeno. Es entonces que relacionado con ello existe un arte elemental del ser humano que durante generaciones hemos ido perfeccionando: ser enemigos de uno mismo. En este caso trataremos específicamente una de sus mil maneras de auto-matarse (que no suicidarse, aunque también), como lo es el arte de crear zonas de comodidad. Toda persona en su búsqueda de la perfección necesita de seguridad, de saber que tendrá para comer y mantener a su familia, de darle de beber al coche y a la garganta con agua embotellada o de los bares. Se añade asuntos como el ocio o los cursos que ayudan a ganar dicha seguridad; incluso temas que poco aportan pero sin los cuales no podríamos vivir, como lo son el tabaco, el sexo o la hipoteca. El dinero es lo que lo permite, es el invento definitivo del ser humano que nos ha acompañado desde siempre. Primero tenía forma de trueque o metales, llegando hasta al papel en una ironía de que cuanto menos sea el material más valor equivale. El dinero lo puede todo, y por ello es la excusa definitiva que convence y calla, que da poder y cumple sueños, que permite el bien y el mal por muy débil o fuerte que se sea o la moral que se tenga. Se comenta que es excusa porque a partir de la búsqueda de seguridad encontramos enseguida el resultado de la fórmula. Aunque, si se piensa mejor, las zonas de comodidad nacen con o sin dinero, resultando que el señor verde simplemente lo facilita y asegura entre redundancias. El ser humano es animal de costumbres, y en parte es por el tipo de aprendizaje que tenemos. Si todos fuéramos como Einstein, esta costumbre de repetirse no estaría tan acentuada gracias a que entraría todo a la primera o segunda. Pero no es tan bonito, y el cerebro necesita de convencerse una y otra vez de lo mismo para llegar a aprender, o por lo menos a memorizarlo como es debido. Se crea entonces la costumbre de la que se habla, y la repetición de esa convicción de tenerlo todo controlado, de ser pequeños dioses que manipulan todo a su antojo en Universos a medida que perfectamente caben en pequeñas zonas. Los hay incluso que son capaces de guardarlos en un cajón, pero no suelen ser valorados como merecen por tal imposible, quedando de cerrados o incluso simples tontos. Poco a poco éste método se apodera de uno hasta el punto de definirnos, y ¡con el ego hemos topado! Y de ahí ya no sacas a ese dios, que de tan cabezón le han salido orejas de burro, de las que ni puede percatarse debido a la anatomía de sus ojos y su equino cuello que no se llega a doblar tanto, o al menos de esa forma. Aunque, no nos mintamos, tanto esfuerzo será demasiado y seguro que ni merece la pena. Por lógica se llega al punto de crearnos nuestra propia ley, y ya se sabe de sobra que hecha la ley hecha la trampa, poniéndonos con esmero las nuestras propias para caer una y otra vez. Surge que podemos darnos cuenta de tal actitud, pero seguimos insistiendo en que la próxima vez no pasará. Pero peor es el caso de quien ni se acuerda (o es de los de ojo de burro) y al caer en una propia hecha la culpa a otro. Es entonces que ocurre el Big-Bang de las zonas de comodidad, un cataclismo que no se recomienda a nadie y que tiene tantos resultados como personas hay en este mundo. Y es que las zonas de comodidad son así, tienen sus méritos de hacernos maestros de lo que nos propongamos, pero sobretodo de la rutina, todo gracias a que son alimentadas constantemente con tiempo. Son capaces de crear artistas si de verdad se proponen fusionarse con un hábito de echar un grano de arena cada día, dejando montañas de ejemplo y legado para las siguientes generaciones que quieran conquistarlas. Pero no hay bien sin mal, y al igual que crea artistas, crea su anti-tesis, formada por un ejercito de número superior de seres vivos programados que ya hacen sus rutas automáticamente. El cerebro tiene la única función de otorgar, de transformar el mundo en nuestro beneficio, entonces ya depende de nuestras decisiones si dejar la programación fija en una versión o permitir actualizarla a menudo. El camino del bar no se va a mover, pero el cerebro nunca termina de convencerse, y lo sigue comprobando entre la lista de cosas que hacer periódicamente, que en su mayoría son tareas de comprobación de que todo siga igual y en su sitio y, por lo tanto, de que todo vaya bien. Este comportamiento natural pero irónicamente destructivo fue definido con la fábula moderna de los ratones y los liliputienses, que de positiva es irreal. Aquí no se muestra la realidad donde los ratones son ratas que se abalanzan primero para que nadie les quite lo suyo, y donde los enanos conspiran entre ellos con tal de salirse con la suya. La vida es un laberinto, mayor acierto no puede haber, pero también es competitividad. Aunque puede ser cierto que todo podría ser un camino de rosas, pero la costumbre (que ni es buena ni mala, es sólo eso mismo) se entrecruza con otros sueños y objetivos ajenos para quedarse con la colina que tarde o temprano acabará arrasada. Cuando se consiga y quede solo uno en pie, montará su pequeña casita en lo alto y se dedicará a repetir sus patrones hasta el final de los días. Y ya que se habla del final, siempre se ha creído que todo el sufrimiento aguantado por rutina merecerá la pena, que al final del arcoiris realmente está esa olla llena de oro o incluso la mismísima ciudad de El Dorado. Y no se está tan equivocado, porque hay zonas de comodidad y de rutas programadas con forma de vida entera que llevan hasta una recompensa: el tópico. Pero no un tópico cualquiera, si no el mejor de todos y por lo tanto el más sabio, aquel que reza de forma atea algo como “Lo importante no es haber llegado, si no el camino recorrido”. Tanto buscar la verdad y la filosofía suprema con la que nadie nos pudiera debatir de una vez, y resulta que ya la teníamos desde el principio. Los tópicos son la verdadera esencia, lo que resume lo complejo en una línea y concepto, lo que va directo al grano para responder cualquier pregunta existencial. Todos los tópicos son puras verdades en sí, jamás se equivocan y se aplican a absolutamente cada ser humano posible. Parece magia, lo que quiere decir que es eso mismo: realidad. Porque al final no hay recompensa; nosotros somos la recompensa. ...no se pudo creer lo que vio allí, sobretodo porque las vacas no tienen capacidad de comprensión. Pero dentro de lo que cabe se sorprendió, pues un nuevo color para su hierba se mostraba, expandiéndose hacia otro infinito que insistía en guardar algún secreto, donde una intuición aseguraba que podría ser otra de esas amables y nerviosas paredes creadoras de agujeros. Se centró con recelo en lo que veía alrededor de sus patas, no pudiendo aguantar más hasta que decidió comerse el miedo junto a una pizca (acorde a su boca) de aquella extraña gemela malvada de su hierba de toda la vida. ¡Qué grandiosidad! Por el sentido de aquel sabor y de ser capaz de maravillarse con una palabra así. Aquel nuevo matiz gustativo no era moco de pavo (menos mal), era un nuevo mundo que devorar y cagar, un acento en una palabra mal escrita o incluso un manjar digno de vacas indias. Eso la llevó a pensar, o más bien a soñar con los ojos abiertos, a imaginar primero cómo sería mezclar su hierba de siempre con esa nueva conquista. Enseguida se interpuso un pensamiento más grande aún, lo que lo convertía en sueño, en un sentido que podría doler si se trataba de exageración y utopía... pero por el otro lado, de ser verdad, la llevaría entonces a otro concepto para su mente, y por lo tanto para su vida... y todo ello no era más que el sentido de que hubiese más clases de hierba ¡con todo lo que suponía!. La simple idea le hacía estremecerse, por intentar tanto a jugar ser Dios. Pero no importaba, soñar era gratis (por ahora) y se dijo, se convenció, que seguramente merecería la pena... Pasaron los años y María seguía ahí rumiando en doble sentido, soñando despierta y a punto de terminar su tesis sobre los átomos cuánticos de las hierbas más pequeñas, esas que se quedan ahí misteriosamente sin querer crecer hasta la altura de las más altas. Ya se sabía cada centímetro de aquella zona y de la anterior a la que a veces volvía. Y no le hacía falta más, era la más lista del lugar y después de todo solo ella sería capaz de cumplir sus sueños, así que tendría que seguir pensando y repasando aquella hierba tan misteriosa que tanto le había brindado... La cámara comienza a alejarse, mostrando que la cerca separada por la valla con portezuela está dentro de otra cerca más grande. Pero realmente está mal aplicado el verbo, pues es pequeña en comparación a la cerca que alberga a la cerca con cerca. Pero la cámara sigue volando para mostrarnos que una vez más nos equivocamos y que... quién sabe, seguía concluyendo María, incluso podría encontrar al toro de sus sueños que la empujara una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez...
Se recuerda
un lugar que no existió, pero que sin embargo estuvo ahí... allí.
Las flores eran de infinitos colores y de olores que llegaban hasta
el centro de la cabeza, conectando donde justo se ubica nuestro
mundo. Sus verdes prados eran armonía y delicia y hacían pensar a
uno en mantequilla untada y en vasos de leche fresca. No se iba mal
encaminado, sobretodo al asomar al otro lado y vislumbrar con
repentina codicia un pequeño pueblo que complementaba el paisaje que
nuestra mente ya bien imaginaba.
Allí sonaba
constantemente el agua correr, aunque no se viera ninguna corriente
cercana a primera vista. Todos los bancos de su calle principal
estaban ocupados por bellas personas que no conocían qué era estar
triste, y si lo estaban era con una mueca graciosa de la que parecían
reírse de sí mismos. Algún perro acompañaba unos cuantos pasos al
viajero repentino, como embajador infalible que no parece actuar al
ser sincero sobre lo mucho que está orgulloso de su población. Al
fondo molinos no tienen prisa por terminar, y algunas nubes se mueven
rápidas al compás como si realmente fuesen también habitantes del
lugar.
Su
estructura era perfecta, y por ello era imposible no ser una especie
de intruso benigno por muy acorde que se fuera. Ser de otro lugar,
“de lo lejano”, hacía preguntarse muchas cosas, cuando realmente
no había nada fuera de lugar, sólo quizás la composición tan bien
encajada, de casas de madera y tejados de tonos claros, con una
fuente en medio como una de esas que sólo se ven en películas, de
las que de verdad no da miedo beber y de la cual hasta seguramente se
cumplía algún deseo al dejar caer alguna buena propina en sus
aguas.
El interior
de la posada era también idílico, tejido con material soñado
previamente extraído con precisión. La combinación de colores
suaves así lo aseguraba, acorde al tono de los labios de la
anfitriona que quedaba acompañada de un anciano desdentado y
simpático. Un poco de historia de aquel lugar cualquiera fue
suficiente para uno, que como viajero, se convencía con poco
mientras su estancia fuese en algún sitio que le brindase novedad
por muy pequeña que fuese.
Asomar por
la ventana de la habitación era como el abrir de telón a una obra
que no conocemos, pero que desde su inicio sabemos que va a ser buena
o, al menos, inolvidable por alguna de sus remarcadas
características. Aquella vista brindaba otra perspectiva a pesar de
elementos en común, como si aquel pueblo cambiara según como se
mirase o por donde se entrase, incluso por la forma de asomarse,
manteniendo siempre su intensa esencia de no existir el tiempo,
provocando con ello que la vida se supiera eterna; o que al menos lo
intentara sentir con gran felicidad y concordancia. Y es que hasta
las nubes parecían diferentes sin dejar de ser muy afines al lugar,
tan ajenas e hijas de otra clase de dueño alejado del concepto del
hombre. No se debía pensar más, y por lo tanto esterar, lo que
entrar por otro lado era necesario, con tal de descubrir todo lo que
pudiera ofrecer el lugar en el menor tiempo posible.
Los días
pasaron y la maravilla no disminuyó, pero si lo hicieron la cólera
o el siempre impertinente pasado, las preocupaciones del que vendrá
o dirán que una vez estuvieron dentro del viajero que suponemos ser.
Los paseos ahora son costumbres y uno se ha mezclado con el entorno
cual experto animal cazador, pero que en realidad se muestra como el
siempre inofensivo camaleón, que mira con la misma curiosidad de
ojos el alrededor de maravilla ubicado entre valles y alegrías.
Las
amistades y un temprano amor son inevitables que surjan, y uno se
pregunta como es que éste lugar no está ubicado en ningún mapa,
por qué está tan protegido por el mejor cielo y el rumor de un
viento jamás escuchado antes, que de tan perfecto no se ve afectado
por ninguna clase de pregunta, lo que agota la inútil paciencia al
percibir que todo es un regalo por saber buscar y no tener miedo a lo
que esconde el fondo de una lejanía. El viajante poco a poco deja de
serlo y se va convirtiendo en tonos de oro y plata, en sonrisas
porque sí que nunca están de más y en en el propio concepto de
paz, del que jamás había imaginado que tuviera esa forma... aquella
forma.
Aunque no lo
pareciera en ningún momento, realmente en el lugar sí que pasaba el
tiempo, y así lo demostró al aparecer repentino un conocido,
viajero desde aquel otro lugar que ya se había convertido en sueño,
despertándonos de golpe casi como en una pesadilla al recordar quién
es uno y nadie más. El conocido anuncia terribles actos que se
sabían inevitables allá en sus lejanas tierras que una vez llamó
hogar. El conocido espera que vuelva para ayudar, para que intente
devolver la paz en ese lugar que pisó con tanto orgullo y que ahora
no parece ni añorar. El conocido no miente, pero sí choca su verdad
con lo que comprende ahora lo convertido que somos, que de tan feliz
no se veía posible cambio alguno, maldiciendo a ese gran amigo que
quebró la estabilidad que, de tan perfecta, se hizo primero sueño y
luego realidad. Sin más demora, conceptos o posibles, hay que
marchar con gran pena, prometiendo volver para seguir amando cada
brizna en el viento, el único culpable del eterno girar de los
molinos que tanto se iban a idealizar en ese otro lugar que realmente
era el hogar...
El tiempo
pasó, pero no se supo cuánto, todo debido al descanso que siempre
tomaba aquel lugar cualquiera. Sólo se sabe que debió de pasar, por
cómo volvió el viajante que somos, con otra cara que lucir y una
mirada profunda. Los amigos de sonrisa eterna notaron ese abismo por
cómo se les devolvió la mirada, por cómo por vez primera la
sonrisa se desdibujó imposible. Algo había cambiado, y se
demostraba por lo que habíamos traído del otro lugar donde nacimos,
tan diferente y destrozado en comparación a aquel lugar de armonía
que tanto se deseaba volver. Pero al entrar, no se comprendía, no se
terminaba de entender que había habido allí que lo hacía tan
merecedor del recuerdo y el corazón, pues un olor constante
terminaba cansando, por no hablar de la neblina que impregnaba el
valle humedeciendo y enfriando los pies; por no hablar del chirriar
insistente de los molinos construidos y ubicados al azar, como si de
verdad tuvieran un cometido además de adornar o tapar lo que hubiera
al fondo en las montañas.
Una cena por
la noche terminó de arruinarlo todo, pues todos cantaban como
idiotas y celebraban sin motivo alguno el mero hecho de existir. ¿Qué
sabrían ellos de existir? Tendrían que haber estado en la guerra
como acaba uno de volver, deberían salir más allá de sus cuatro
paredes invisibles, de su cercado construido por ellos mismos sin
sentido alguno. Entonces dejarían de reír, y comenzarían a tomarse
las cosas más en serio, a desear y dar forma a la muerte: la única
brindadora de la verdadera paz. Mientras llegara, uno tenía que
disfrutar, y estaba claro que haciendo el idiota entre bailes
escandalosos y música repetitiva no iba a ser posible ¿Qué sabrían
ellos? Ni sabrán, ni querrán saber...
Como se
anunciaba, algo hubo que se arruinó, y fuertes golpes en la
intimidad de un cuarto con aquel amor de pueblo soñado hacían
pensar en algo que chocaba contra el suelo, como si fuesen cristales
de un material tan frágil como los cortos e invisibles sueños que
no pueden ser recordados. Pero alguien en otro cuarto cercano sí lo
pudo escuchar, y no terminar de entender aquello, el nuevo concepto o
visión que daba hasta nauseas, que hacía no dormir y moverse de
aquí y allá de la casa como un sonámbulo consciente. La mirada
fija en la luz de llama de la vela lograba detonar en aquel testigo
de lo terrible una especie de viento invisible por el lugar, una
brisa familiar pero más oscura o agresiva dentro de su suavidad, que
ponía la piel de gallina en lugar de acariciar. La ventana no estaba
abierta, y sin embargo la vela insistía en ondular, una y otra vez,
una y otra vez... como aquellos golpes que no se querían
identificar, como aquel gemido imposible con el lugar, que hacía
pensar y casi asumir una nueva realidad que simplemente existía sin
que tuviera que ser imaginada previamente... gotas de cera cayeron al
son de otro líquido, una y otra vez, una y otra vez...
Se recuerda
un lugar que no existió, pero que sin embargo estuvo ahí... allí.
Las flores eran de infinitos colores oscuros, haciendo a uno pensar
si realmente había tanta gama y variedad en los tonos más apagados
y tristes. Sus olores llegaban hasta el centro de la cabeza hasta
apretar y dejar un leve migraña aunque no se tuviese alergia; por no
hablar de sus insectos de dieta variada donde uno estaba incluido
aunque no quedara listado o previamente conocido. Sus rojizos y
amarronados prados eran armonía a su pesar, combinados con el cielo
que parecía querer atardecer por siempre. No se podía evitar pensar
en montes de tragedia y en lugareños que se protegían de la
anomalía con mascaras de gas, que ofrecían mantequilla untada y
vasos de leche tibia, que de extraña no parecería raro que las
propias vacas llevaran a juego con sus amos aquellas máscaras de gas
y sugestión. No se iba mal encaminado, sobretodo al asomar al otro
lado y vislumbrar con repentina codicia un pequeño pueblo que
complementaba el paisaje que nuestra mente ya bien imaginaba.
Allí sonaba
constantemente el agua correr, muy lentamente con pesadez y aunque no
se viera ninguna corriente cercana a primera vista, produciendo un
alivio incomprensible. Algunos bancos de su calle principal estaban
ocupados por personas que no conocían otra cosa que no fuera estar
preocupados, y por lo tanto la tristeza. Algún perro acompañaba
arrastras y cabizbajo al viajero repentino, con egoísmo de ver si
ese otro maldito humano le tiraba aunque fuera un chusco de pan duro
como el infierno, marchando enseguida y desanimado como si ya fuera
automático. Al fondo molinos no tienen prisa por comenzar, y algunas
nubes se mueven lentas al compás como si realmente fuesen también
habitantes del lugar.
Su
estructura era... perfecta, dentro de su propia filosofía, y por
ello era imposible no ser una especie de intruso o incluso parásito.
Ser de fuera hacía preguntarse muchas cosas, asunto que se debía
solucionar y que no se demoró al sentarse en uno de los muchos
bancos desocupados, esperando que alguien reconociera que no se era
acorde al lugar para así parar a preguntar, motivo suficiente para
comenzar a hablar y por lo tanto a animar; un punto de inicio que
podría con todo. Así se contagió la esperanza que se llevaba,
familiar en el pueblo a pesar de ser algo nuevo, acorde con la
verdadera naturaleza de las cosas. El viajero que suponemos, muestra
una enorme sonrisa que comienza a despertar algo olvidado, y feliz,
en todos los habitantes de aquel lugar que podría ser cualquiera...
NINA-
Para saber qué experimenta un famoso escritor de talento. ¿Cómo se
vive la celebridad? ¿Cómo siente usted el ser célebre?
TRIGORIN-
¿Cómo? Probablemente de ningún modo. Nunca he pensado en ello.
(Reflexiona.) Una
de
dos: o exagera usted mi celebridad o la celebridad no se experimenta
de ninguna manera.
NINA-
¿Y si lee lo que de usted se dice en los periódicos?
TRIGORIN-
Cuando las palabras son de elogio, es agradable; cuando son de
censura, estás luego, unos días de mal humor.
NINA-
¡Maravilloso mundo! ¡Cómo le envidio, si usted supiera! El destino
de los hombres es diverso. Algunos apenas arrastran su existencia,
aburrida e insignificante, todos se parecen unos a los otros, todos
son desdichados; en cambio a otros, como, por ejemplo, a usted -usted
es uno entre un millón-, el destino les ha reservado una vida
interesante, luminosa, plena de sentido... Usted es feliz...
TRIGORIN-
¿Yo? (Encogiéndose de hombros.) Hum... Usted habla de celebridad,
de ser feliz, de cierta vida luminosa e interesante; para mí todas
estas bellas palabras son, perdone usted, como una mermelada de la
que nunca como. Usted es muy joven y muy buena.
NINA-
¡Su vida es maravillosa!
TRIGORIN-
¿Qué hay en ella de singularmente bueno? (Mira el reloj.) Ahora he
de irme a escribir. Perdóneme, no tengo tiempo... (Se ríe.) Usted,
como suele decirse, ha dado en mi punto flaco, y aquí me tiene
comenzando a inquietarme y a enojarme un poco. Con todo, vamos a
hablar. Hablemos de mi magnífica y luminosa vida... Pero, ¿con qué
empezaremos? (Reflexiona un poco.) A veces hay imágenes que se nos
imponen a la fuerza, como ocurre con el hombre que piensa siempre,
día y noche, por ejemplo, en la luna; también yo tengo una de esas
lunas. Día y noche me persigue una misma idea obsesionante; debo
escribir, debo escribir, debo... Apenas acabo un relato ya he de
escribir otro, no sé por qué; luego un tercero; después del
tercero, el cuarto... Escribo sin cesar, como si corriera en postas,
y no puedo hacerlo de otro modo. ¿Qué hay en esto de bello y
luminoso, le pregunto? ¡Oh, qué absurda esta vida! Ya ve, estoy a
su lado, me emociono, y sin embargo, recuerdo a cada instante que me
está esperando un relato inacabado. Veo una nube semejante a un
piano de cola. Pienso: habrá que recordar en alguna parte del relato
que flotaba una nube parecida a un piano de cola. Huele a heliotropo.
Grabo en mi memoria: olor dulzón, color de viuda; recordarlo al
describir un atardecer de estío. Estoy al acecho de cada una de mis
frases, de cada una de sus frases, de cada una de las palabras, y me
apresuro a encerrar todas esas frases y palabras en mi despensa
literaria: ¡a lo mejor algún día me serán útiles! Cuando acabo
de trabajar, corro al teatro o a pescar con caña; esto es bueno para
descansar, para distraerse; pero ¡ca!, en la cabeza empieza a darme
vueltas un pesado obús de hierro fundido, un tema, y ya me siento
atraído hacia la mesa, otra vez he de apresurarme a escribir y
escribir. Y así siempre, siempre, sin un momento de sosiego frente a
mí mismo; siento que devoro mi propia vida, que para la miel que doy
no sé a quién en el espacio, saqueo el polen de mis mejores flores,
arranco las flores mismas y pisoteo sus raíces. ¿Acaso no soy un
loco? ¿Acaso mis parientes y conocidos me tratan como a una persona
normal?, "¿Qué está escribiendo? ¿Con qué va a regalarnos?"
Siempre lo mismo, y a mí me parece que esta atención de mis
conocidos, estas alabanzas de admiración no son más que engaño; me
engañan, como a un enfermo, y a veces temo que cuando menos lo
espere se me acercarán cautelosamente por atrás, me agarrarán y me
conducirán, como a Poprischin, a un manicomio. Y en los años en que
empecé, años de juventud, los mejores de la vida, escribir era para
mí una tortura constante. Un pequeño escritor, sobre todo cuando la
suerte no le sonríe, se siente torpe, inhábil, inútil, siempre con
los nervios tensos, a flor de piel; vaga, sin poderlo evitar, en
torno a las personas dedicadas a la literatura y al arte,
desconocido, sin que nadie se fije en él; teme mirar directamente y
sin miedo a los ojos, como jugador apasionado sin dinero. No veía a
mi lector, pero me lo imaginaba hostil, desconfiado. Al público le
tenía miedo, un miedo pavoroso, y cuando debía poner en escena una
nueva obra, siempre me parecía que los morenos se hallaban mal
dispuestos hacia mí y que los rubios se mantenían en una glacial
indiferencia. ¡Qué terrible era esto! ¡Qué tortura!
NINA-
Perdóneme, pero la inspiración y el proceso mismo de crear, ¿no le
proporcionan, acaso, momentos de felicidad sublime?
TRIGORIN-
Sí. Al escribir, experimento una sensación agradable. También es
agradable corregir pruebas, mas... apenas lo escrito sale de la
imprenta, se me hace insoportable, veo que no es como debería, que
es un error, que no debía haberlo escrito de ningún modo, y ello me
entristece, me pone como un peso en el alma... (Riendo.) El público
lee y dice: "No está mal, tiene talento... No está mal, pero
le falta mucho para llegar a Tolstói", o bien: "Es una
obra excelente, pero Padres e hijos, de Turguéniev, es mejor".
Y así, hasta el fin de mis días, se repetirá que no está mal y
tiene talento, no está mal y tiene talento, nada más; cuando haya
muerto, quienes me conozcan dirán, al pasar por delante de mi tumba:
"Aquí yace Trigorin. Era un buen escritor, pero no llegó a
escribir como Turguéniev".
NINA-
Perdóneme, renuncio a comprenderle. Lo que pasa es, sencillamente,
que está usted mimado por el éxito.
TRIGORIN-
¿Qué éxito? Nunca me he sentido contento de mí mismo. No me gusto
como escritor. Lo peor es que me encuentro como en cierto estado de
embriaguez y, a menudo, no comprendo lo que escribo. . . A mí me
encanta, mire, esta agua, los árboles, el cielo; siento la
naturaleza, que despierta en mí la pasión, un deseo irresistible de
escribir. Pero no soy sólo un paisajista; soy, además, un
ciudadano, quiero a mi patria, al pueblo: siento que, si soy
escritor, estoy obligado a hablar del pueblo, de sus sufrimientos, de
su futuro; siento que estoy obligado a hablar de la ciencia, de los
derechos del hombre, etcétera, y hablo de todo, me doy prisa, por
todas partes me espolean, se impacientan, siguen adelantándose y yo
voy quedándome atrás, cada vez más atrás, como mujik que llega
tarde al tren; al final siento que sólo soy capaz de describir el
paisaje y que, aparte de esto, cuanto escribo suena a falso y es
falso hasta la médula.
NINA-
Usted se ha dejado absorber demasiado por el trabajo y no tiene
tiempo ni deseos de adquirir conciencia de su valía. Es posible que
esté usted descontento de sí mismo, mas para los otros es grande y
magnífico. Si yo fuera un escritor como usted, consagraría toda mi
vida a la masa del pueblo, pero tendría conciencia de que la
felicidad de esa masa está sólo en elevarse hasta mí, y la masa me
llevaría en carro griego.
TRIGORIN-
En carro griego... ¿Me toma usted por un Agamenón? (Sonríen los
dos.)
NINA-
Por la felicidad de ser escritora o actriz, soportaría el desamor de
la familia, la pobreza y las desilusiones, viviría en una buharda,
comería sólo pan de centeno, aceptaría el sufrimiento de estar
descontenta de mí misma y tener conciencia de mis imperfecciones;
pero, a cambio, exigiría la fama... la fama auténtica, clamorosa.
.. (Cubriéndose la cara con las manos.) La cabeza me da vueltas...
¡Uf!...
A partir de
un comentario que hice en CC se me ocurrió ésta idea de texto
reflexivo. Comentaba que a la hora de plasmar mis ideas de historias,
todas ellas del estilo fantástico, me suelo basar más en la
realidad y en libros realistas o didácticos. Esta ironía con mucha
lógica tiene sentido por el motivo de que todo, obviamente y al fin
y al cabo, está basado en donde vivimos: la realidad.
Siempre he
intentado huir un poco de las influencias que otros autores puedan
tener sobre mí, en un intento de ir creando de forma más original y
personal. Es inevitable no influenciarse, y no significa nada malo
después de todo, pues de otros aprendemos y vamos orientándonos a
la larga hacia el estilo y género que nos guste y nos sintamos más
cómodos. Pero no puedo evitar ver lo malo, y es eso mismo que indico
al principio del párrafo sobre que quizás al final podemos
parecernos demasiado a un autor favorito, perdiendo con ello
identidad.
Como ejemplo
cercano podemos apreciar el número de artistas que se tiran a la
fantasía épica cuando una obra del estilo triunfa y comienza a
llegar al público en general, saturándose toda web de turno y
librería de obras nuevas y, sobretodo, de re-ediciones sobre la
temática. De repente a todo el mundo le gusta la fantasía épica y
se comienza a aportar más de lo mismo sobre el género, donde algún
que otro autor revelación se descubre a fuerza de probabilidades de
cantidad. Todo esto se puede aplicar de igual forma al otro género
popular como lo es la ciencia-ficción.
El problema
es que todo nuevo autor se rige demasiado a las normas de la obra
original que sí aportó algo. Parece como si hubiese un miedo a
innovar, no se baraja la posibilidad de modificar características
y/o tópicos principales del género o, más probable, sencillamente
no surge la inspiración frente a una base bien definida, como las
paredes de un largo pasillo ya decorado y bien pensado con elementos
de un estilo en cuestión.
Ahí llega
mi opinión, y es que ¿cómo se va a inspirar uno con facilidad con
algo ficticio y ya construido en la mente de otra persona? Cualquier
intento de modificación o similitud se notará demasiado y quedará
artificial. Está el truco de dar un giro de tuerca o convertirlo en
lo contrario, pero no deja de ser eso mismo, una táctica para salir
del paso.
Lo que se
recomienda es ir a la fuente original que influenció a la obra
original y comprender que llevó a tener la idea, para luego ir
conectando y seguir poco a poco hasta comprender mejor. Me juego el
cuello que normalmente se basa en un suceso real, un personaje
histórico, un evento... no hay mejor inspiración que el propio
mundo donde vivimos.
Por citar
alguna obra clásica, analicemos por ejemplo Drácula. Se trata de
una novela fantástica basada en una figura real como lo fue Vlad El
Empalador, al que Bram Stoker atribuye una explicación del por qué
bebía sangre de sus enemigos orientada de otra forma,
específicamente hacia las leyendas arcaicas sobre vampiros o
extrañas personas enfermas semi-caníbales. Así se obtiene un punto
donde poder seguir adelante y comenzar a realizar algo realista a
partir de una suposición que bien sabemos es poco creíble.
Para
demostraros que no es tan difícil, pondré un ejemplo real que se me
acaba de ocurrir mientras veía hoy mismo por azar en la televisión
un documental sobre insectos. En el han hablado de una araña que no
tiene veneno, y por ello ha evolucionado adaptándose para enrollar a
sus presas de forma vertiginosa dentro de un pequeño capullo, el
cual llena de sus jugos gástricos hasta el punto de deshacer a la
pobre víctima para que sea succionada fácilmente, reciclando de
paso la tela usada. Bien, ahora apliquemos esto mismo a una historia
de ciencia-ficción, donde dos astronautas se encuentran con un ser
de una raza alienígena que hace lo mismo, cogiendo en el acto dicho
ser a un astronauta para inyectar sus jugos dentro del traje, donde
el compañero grita horrorizado al verlo deshacerse dentro de la
escafandra. Con ésto conseguimos una atmósfera auténtica de terror
con toque macabro donde la criatura ha ganado automáticamente
personalidad sin apenas hacer nada más. No os extrañe que Alien
esté basado en algún bichejo real, apostando a que el Amazonas es
un lugar de inspiración constante.
Seguimos con
el documental, donde acto seguido surge una mariposa que engaña a
sus depredadores asemejándose a una abeja, tal cual, imitando
incluso el sonido de las alas. Después se ha nombrado una colonia de
hormigas donde solamente la reina es fértil, siendo estériles todas
las demás hembras. A partir de estos pequeños datos se me ha
ocurrido una historia de una sociedad subterránea donde la gente no
se reproduce, los niños simplemente aparecen de algún lado y
durante generaciones los han ido cuidando e integrando sin plantearse
nada más. Un buen día la protagonista se queda embarazada, y ante
ésta incomprensión o milagro los más sabios de la sociedad la
envían hacia arriba a ver si así descubre su sitio, sin duda de
estado superior al suyo. Allí la chica descubre de casualidad otra
sociedad más acorde a la nuestra, resultando todo en un complot de
dominio que ha durado décadas. Ya que todo es una mentira, lucha por
desvelar la verdad para todos (principalmente para los de abajo)
mientras su hijo está a punto de nacer...
Y es que la
realidad, o conceptos como la naturaleza o la evolución tecnológica
humana, son fuentes inagotables de inspiración por la más pura de
las lógicas: no conocemos otra cosa. Todo a lo que se le da sentido
es por nuestra mente, por generaciones lejanas de antepasados que
empezaron a definir el mundo hasta asumirlo a la perfección. El
mundo no es así porque lo tenga que ser, es así porque nosotros lo
decimos. El ejemplo más sencillo para entendernos son los propios
gustos o ideas contrarias que tenemos con otras personas, comprobando
que eso de “cada persona es un mundo” tira hacia algo casi
literal.
Cuando se
dibuja, conectamos puntos porque sabemos la forma que tiene o debe de
tener lo que queremos expresar, pero si la realidad tuviera otra
forma, lo seguiríamos viendo igual sin cuestionarnos. Pero si con el
sentido actual de realidad cambiásemos esa misma forma, entonces
habría un choque y “creeríamos que es erróneo”. Todo esto
sería para tratarlo en otra ocasión, pues puede ser engañoso el
pensar que algo está mal hecho cuando no tiene el por qué (y surge
por otro lado una forma de crear ambientaciones y mundo únicos).
De igual
modo se puede aplicar a la combinación de colores, nuestra mente a
la hora de pintar sabe de sobra cuales combinan y cuales “chocan”,
y no es por otra cosa más que la definición del mundo que tenemos,
donde el amarillo nos casa bien con el negro porque quizás en el
subconsciente (o incluso experiencia de niño) lo asociamos con algún
animal o planta de estos dos colores.
Si algún
día se logra ver otro mundo (de esos que siempre se muestran
rosados, casi opacos, combinados de un constante tono amarronado),
nos parecerá extraño y en algunos puntos ilógico; imposible, pero
la culpa será de nuestra mente y su percepción, tan mal
acostumbrada desde siempre a este mundo.
Esa ha sido
la reflexión, espero haber sacado aunque sea una pequeña conclusión
dentro de vosotros. En teoría con éste truco para inspirarse habrá
un pelín menos de miedo a la página en blanco. Aun así no estará
todo solucionado o definido, una historia no trata sólo de
desarrollar una trama o base, sino que se desarrolla con lo más
importante como lo son los personajes, de esencia idéntica a las
ideas que inician y definen todo, pero con la excepción de que mutan
y son más libres. Ya se puede tener una idea de trama pobre, simple
o incluso estúpida, que podrá ser salvada en cualquier momento por
un buen protagonista o situaciones entre personajes. Pero esa es otra
historia.
Al hablar de
“perfección” entendemos que fue un concepto inventado por el
hombre, pero seguramente basado en la naturaleza y el Universo, los
principales patrones a la hora de crear y, por lo tanto, inspirarse.
La realidad siempre supera la ficción, pero al menos la ayuda cada
vez más a superarse.