domingo, 17 de diciembre de 2017

Infancia e Idealización


De niños nos educan en aprender a idealizar, un acto natural que no se preocupan que evitemos. Nos llenamos de obras idealistas, aprendemos y crecemos junto a ellas. Y de repente, toca madurar, y te golpean por todos lados, te enseñan sobre crueldad viviéndola, y ninguna pregunta es respondida. Las obras idealistas van perdiendo nuestro interés, y las obras más realistas duelen en la asimilación. Comprendo el lento camino hasta la madurez y la comprensión del dolor diario, pero a veces me da la impresión que de querer proteger a los niños, acabamos por ponérselo más difícil, engañando de más su ilusión aunque sea sin querer. Deberían existir obras infantiles que terminen bien, sí, pero también alguna mal y otra de forma ambigua, para que el niño vaya sopesando opciones, que en la vida no hay nada definitorio y que los grises son las herramientas que usaremos. Si van a idealizar o soñar, que lo hagan con responsabilidad, que todo es posible en su justa medida basada en las circunstancias, que no suelen parecerse a las del héroe o heroína de turno. Sin embargo, esas circunstancias se pueden mejorar/superar, de ahí el saber usar la idealización para enfocarla como objetivo realista que cumplir.

lunes, 11 de diciembre de 2017

Busco por una Comunidad de Lectores


Busco por lectores antes que autores.
Por gente acostumbrada a escuchar antes que a hablar / A leer antes que teclear.
Por lectores que bucean al fondo y no se quejan del color del agua. Que no les asusta la espuma del vertido y que saben que en lo oculto está lo nuevo, lo que queda por descubrir.
Busco por aquellos que valoran una trama y se enamoran de un personaje, que no derrumban un mundo entero porque aprecian una muesca en la columna.
Ando buscando aquellos que analizan la complejidad de construir una escena, que aun mal decorada puede cumplir su objetivo (si acaso no sucede que siguen sin ver que la mala decoración es intencionada).
Busco por aquellos que se dan cuenta que la perfección en la forma delata carencias inconscientes. Que de tan bien hablados no dicen nada.
Sé de gente que ha leído más que escrito, y eso les da el don que tanto ansían y rebuscan los autores.
Anhelo sinceridad con respecto a la creación, a gente que saboree el río y no se queje de lo sinuoso que resulta.
Conozco de personas que han crecido tras un viaje, y ese es mi objetivo. Si te resistes a ser cambiado, las probabilidades te delatan.
Huyo de los que ya asumen ciertas normas, que saben ya cómo hacerlo y siguen en las mismas aunque encuentren opiniones contrarias.
Rehúyo de los escritores que escriben para otros escritores. Da la impresión que subestimen al lector. Si uno es sincero, sin segundas intenciones como intentar demostrar de qué se es capaz, hasta el lenguaje complejo y/o completo se lee con rapidez.
En la inocencia o pureza del verdadero lector es donde más aprendo. Su opinión carece del recelo del artista, y puede llegar a quererme tal como soy aun por mis defectos.
El lector no tiene nada que perder, no se juega una supuesta reputación ante la masa que ignora este submundo. Aquellos que intentan labrarse un camino tan fútil como irreal se toman en serio hasta el juego más evidente.
El orgullo del lector es luchar por leer y aprender más, por encontrar su libro. El del autor medio es competir y demostrar contra el mundo entero, sin percatarse que su competición es de un único participante.
Al lector es fácil atraparlo en géneros, no es perfecto, pero al menos se convierte en un experto que no aprendió de normas, sino de intuición. No quiero hablar de imitadores y reglas a rajatabla sobré según qué concepto, género o percepción.
Busco por aquellos que te conciben como una persona tras las teclas, y no como otro ente-piedra en el camino.
Los lectores no crean máscaras.
Rebusco por lenguajes llanos pero auténticos, por reseñas poco perfectas o alejadas del conocimiento técnico que me hablen de lo que aún no sé de la forma de ser de mi creatividad.
No quiero a nadie que me diga cómo tengo que hacerlo. Mucho menos condescendencia del mal actor. Quiero saber quién soy, y en la guerra de los egos jamás me podré encontrar.

Y es que observo cantidad de ironías cuando veo por foros, amazon y comunidades por autores que se venden a cambio de reseñarte si lees su libro. Una tristeza en esas presentaciones de libros como si ya fuésemos la estrella de una editorial que nunca llega. Nos compran los amigos, familiares y conocidos de la red. Un lector real te identifica enseguida y no pasa de las primeras páginas; ya se sabe todas las trampas o trucos. En el fondo sabes que se te da mejor el spam. Otro escritor del mundillo dará la impresión de triunfador, pero como dijo aquel autor: todos nos sentimos perdidos, sólo que unos disimulamos más que otros.
No todo es escribirlo a la perfección; que la vista y la educación lo agradece, se sabe, y delata a un trabajador cuidadoso, pero también hay unos actores creados para el momento, con sus rasgos y detalles. Entre líneas se cuenta otra historia, lo que no se dice. Quien lo percibe se delata como lector ideal.
Hay autores que leen, se cuenta, aunque a veces me da la impresión que son expertos escenógrafos, camarógrafos y productores. Se olvidan del porqué El Quijote inició su viaje y cómo lo terminó. Se olvidan de todo lo que vivió y del humor irónico imperante. No parecieron aprender del bueno de Sancho, y de las crueldades en sociedad que aún perduran. Parece que es más importante que fuese la primera novela moderna, de que es harto largo, casi infinito, y que lo enseñan en el colegio o instituto, que forma parte de nuestra cultura, aunque no nos preguntemos realmente el porqué. Todo se sabe leyendo, y los libros no son lo único que es posible ser leído.
Y ahora, si has leído entre líneas, sabrás que lo de El Quijote es lo de menos.

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