jueves, 31 de octubre de 2013

La Torre de Babel sigue en pie


Y no es para menos. Internet es la prueba, un lugar que no para de crecer sin final donde un límite se hace inviable (aunque todo es posible). El principal problema es que todos sus interlocutores hablan a la vez, con el caos de letras que suponga eso. Aun rompiendo la barrera del idioma, seguimos sin entendernos, todos somos locos que hablan sin cesar a su manera. Exigimos, queremos compartir nuestra opinión, pero sobretodo, queremos que nos escuchen. Pero una cosa es oír y otra escuchar, cosa que por muy pocas barreras no se puede evitar. Son aspectos que nacen de uno, del verdadero interior.

El juego es más emocionante si se complica, pero a veces se hace inconscientemente. En esta torre se juega con “verdades”, y como tal, no pueden ser mentira. Pero, claro, hay verdades que se contradicen, por lo que deducimos que la verdad es relativa... ¿pero la verdad no es verdad y nada más que la verdad? Entonces se producen los choques, los golpes del juego que a veces van más allá ya sea por despiste o por maldad. Estas dos acciones sí son reales, una inconsciente y la otra consciente, en un juego de verdaderas acciones que no se pueden ocultar.
Como la verdad es relativa, significa que no es pura, que es un tanto artificial; y la mentira es artificial. Entonces podemos llegar al punto de que son “medio verdades”, que es lo mismo que “medio mentiras”. El problema de jugar con mentiras es que pueden engañar a todos, sobretodo a uno mismo. Con tal de no asimilar la mentira de la vida (la única real) se adapta nuestra máscara de la verdad a una forma con la que pueda defenderse. Pero no existe la protección absoluta, y siempre, siempre, acabará rompiéndose... en esos leves instantes, uno queda ciego por la luz de la realidad, aprendiendo algo hasta ese momento desconocido que nos enseñará a mejorar... sobretodo a la hora de crear una nueva máscara, surgida de la nada en un tiempo que de tan breve no puede dar tiempo a visualizar más la luz que todo lo rodea.

Este juego es demasiado viejo, tanto como lo pudo ser la propia Torre de Babel, y ya no se es posible salir de el bajo ningún concepto. No queda otra que participar a la fuerza e intentar ser el mejor, el que más convenza con elocuencia aunque en el interior no haya nada. Cada locutor tiene un interior, y como esté hecha su máscara de verdad y mentira se podrá saber de qué se ha alimentado hasta llenarse. Se es lo que se come, y en la era de la información al alcance de cualquier mano es posible devorar datos basura e inservibles con demasiada facilidad, consiguiendo una metamorfosis muy lenta pero efectiva, hasta convertirse en algo distinto sin apenas percatarse. En la vida todo es lento, demasiado, y por ello nuestra percepción no está preparada, tan adaptada a la supervivencia de movimientos rápidos y seres en las sombras, sin seguir sabiendo como mirar para dentro y encontrar al verdadero depredador que acecha constantemente.


Al final lo que se ha logrado es juntar a mil chicharras distintas dentro de una misma caja de zapatos. Más allá del sonido emitido, la proeza es meter todo eso ahí; pero más proeza es comprobar como sigue creciendo el número de cantarinas dentro de la caja... sin parar y sin aparente final.
En definitiva, es imposible entendernos con tanta verdad fabricada aunque sea sin malicia, y aun conscientes de la mentira, esta se convierte en verdad si se es contada las suficientes veces. Aunque en la torre el idioma ya sea universal, nos seguimos topando con múltiples idiomas bajo una misma forma, con distintos pensamientos bajo la misma bandera, con opiniones cada vez aderezadas de distintas maneras; y eso sólo puede significar confusión y desorden, solo que esta vez se comprenden las palabras expresadas... pero nada más.

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