– ¿Qué? ¿A quien te refieres?
– A los publicistas.
– ¿Es una nueva banda de gamberros o...
terroristas?
– No, no, me refiero a eso mismo; a los propios
publicistas. Todo me viene por lo que le hicieron a un amigo cercano. Déjame
que te cuente...
Bob era un chico sin aspiraciones, no las buscaba,
ni las anhelaba, sencillamente no tenía esa ambición de la que tanto le sobran
a otras personas. Él solía ver la televisión, leía revistas, paseaba a menudo
por la calle... y creo que ese fue su error, hacer algo tan sano e inofensivo
como eso. Conforme más practicaba esas distracciones, más cambiado se le
notaba. Se volvió adicto, pero nadie se percató; y mucho menos él. Era como una
droga no física que le obligaba a no pensar mucho y a fijarse en lo más
llamativo de todo: los anuncios. Deberían estar prohibidos, no parece moral que
se introduzcan de esa forma dentro de nosotros y nos cambien hasta las
opiniones. Una personalidad humana, su interior en general, es el espacio más
preciado, imposible de invadir en teoría. Aunque una vez que se descubre el
secreto...
Ahí en lo más privado no se debería tocar nada,
sólo uno mismo debería amueblar y mover su espacio interior como quisiese. Pero
me temo que si pudiésemos introducirnos aunque fuese con una nano-cámara
veríamos posters llamativos y carteles con la oferta de última hora. Todos
hemos sido invadidos sin darnos cuenta, es más, con nuestro permiso
inconsciente; quizás por ello no es un delito, pues, como siempre, somos los
culpables de todo lo que sucede alrededor.
Hecha la ley, hecha la trampa, así que toca invadir
continuamente casi a diario hasta que la personalidad se nos trastoque. Nuestra
forma de vestir está muy implicada, lo que comemos, leemos, películas
favoritas... me temo de nuevo que esa defensa aférrima de gustos personales
siempre ha sido algo condicionante, siempre hemos defendido a un extraño que
aún encima ha ganado dinero por ello. ¿Cual es el origen de esa creencia o gusto
personal que tan arraigadas llevamos dentro? Pieza a pieza, paso a paso hacia
atrás descubrimos un origen un tanto ajeno a nosotros mismos.
– Pero como digo, Bob ya no es el mismo, por eso
hablo de él en pasado. Te sonará radical, Tim, pero debería estar prohibido
cualquier clase de manipulación por muy pequeña que sea. O al menos, si deseo
comprar un coche nuevo, que sea más porque me gusta el naranja y no porque
tenga una potencia de motor que jamás aprovecharé al máximo.
– ¿Y qué podemos hacer? No tengo todo el tiempo del
mundo para probar todo producto posible por mi cuenta. Así que me fío de otras
opiniones. Si además son una mayoría, más fiable.
– Normalmente esos casos es porque el publicista es
más efectivo...
– Bueno... aunque por otro lado es irónico que cada
persona seamos un mundo y nos dejemos llevar y cuadrar a la perfección por una
opinión ajena.
– Pero aún así, sucede... de nuevo seré radical,
pero el maltrato psicológico es algo desagradable y esto que tratamos...
analiza bien, es similar.
– Sí, alguna base en común tendrá. No lo he
estudiado, que voy a saber.
– Todos en la cárcel, lo que yo diga. El mundo
sería más gris, sí, pero al menos sabría que es culpa mía, y sólo mía, cuando
sea engañado. Mira ésta Fanta que me estoy tomando, es muy característico mio
que pida una de estas donde vayamos. No recuerdo cual fue la primera que tomé,
o si fue por decisión mía, seguro que me pilló siendo muy niño, pero si buscas
mi imagen y mi definición, ahí está también esta bebida tan maja.
– Lo mismo puedo decir de mi café con toque de
chocolate blanco y nata. ¡Qué gran descubrimiento!
– ¿Pero lo descubriste tú? ¿Sabías qué también
puedes hacerlo en casa?
– De hecho a veces lo preparo en casa.
– Pues vale...
– Tampoco puedo evitar verlos como artistas.
– ¿Qué?
– A los publicistas. Piénsalo, un pintor cuando ve
un lienzo en blanco tiene la imperiosa necesidad de llenarlo. Si eres
publicista y ves a tanta gente que necesita sentirse mejor, ser llenada... pues
coges la pintura y le haces un favor.
– ¡Pero se condicionan!
– Pues que no enciendan la tele.
– Ni abran la ventana y miren al cartel de
enfrente, no te... doblegar la voluntad de terceros me parece bastante
denunciable. Nadie nos pide permiso para que esté o no la publicidad, ya forma
parte de nuestras vidas, Tim.
– Y hasta los propios publicistas han caído en la
trampa... al menos se llevan la mejor parte.
– Pues sí.
0 comentarios:
Publicar un comentario