Hace poco
leí de la música actual un dato que no hace falta recalcar para
darse uno cuenta: últimamente hay poca variedad musical. Y no nos
referimos a estilos, si no más bien a variedad compositiva como
pueden ser ritmos y armonías. La fórmula sencilla pero efectiva se
ha implementado tanto que ahora ya no hay quien nos saque de ahí.
Al mundo le
hace falta una revolución, y no hace falta que lo diga yo ni nadie
para que más de uno lo piense. Y aquí es donde quiero incluir a la
música, porque siempre he pensado que la música que está moda, así
como la que escucha cada uno sea similar o no, representa muy bien la
personalidad, tanto del individuo como de una sociedad o cultura.
Varios psicólogos te podrán decir que se puede saber mucho de una
persona a partir de lo que escucha, por lo tanto, la música que más
se oye en general es una viva representación de nuestra sociedad
actual.
Aquí es
donde veo una necesidad de revolución musical, porque a partir de un
suceso así pueden cambiar muchas mentes y empezar a expandirse y
aplicarse a todo tipo de ámbitos. Ejemplos ya se han visto en el
pasado, donde músicos de renombre como Hendrix o Lennon movían
masas a partir de su mensaje musical, tan disfrutable por fuera pero
crudo y realista por dentro. Los paranoicos dirán que por eso fueron
asesinados (del primero nunca quedará claro), para que los políticos
y líderes pudieran quitarse de en medio gente que les hacía sombra.
Este punto es interesante a reflexionar, ya que conozco más músicos
convincentes que políticos. Si uno es de estos dicharacheros, ¿no
es para temer o sentirse presionado ante una competencia que convence
a todo tipo de ideologías? Una vez más, la música demuestra que es
universal.
Para que
haya una revolución hacen falta muchos elementos, tanto casuales
como a propósito, algo como ya pasó con The Beatles o con los Sex
Pistols. Los primeros fueron una revolución musicalmente hablando y
el primer fenómeno exagerado de fans histéricas. Luego se les fue
la pinza y tuvieron el mejor momento que un músico podría soñar,
complaciendo tanto a exigentes como a sencillos. Fue corto pero
intenso, y que se vuelva a repetir algo así es casi impensable. El
segundo caso fue similar y más corto aún, y es el que más nos hace
falta actualmente, un grupo de gente que más que demostrar lo bien
que componen o tocan, te sueltan un mensaje en la sesera y te dejan
loco, replanteandote muchas cosas. Este potencial es realmente
efectivo, no es de extrañar que varios tipos serios lo vieran como
peligroso y actuaran en consecuencia, comenzando con su arma más
básica: desprestigiar a partir de la prensa. Pero esta historia ya
ha sido contada en muchos lados.
Ahora
imaginaos algo así en nuestra sociedad actual, que de repente cuatro
parados muy enfadados montaran unos Pistols y se pusieran a parir al
gobierno de una forma nunca antes vista, y con tanta garra y
expresividad en su música que te dieran ganas de ir a la Moncloa a
pegarle fuego. Esa es la fuerza de la música de la que hablo, pero
me temo que ha sido tan sedado y parodiado el método que ya nadie se
tomaría en serio sus derechos. Esa es una de las tácticas,
convertir algo en moda para rebajarlo. Luego de eso, pues vamos
ofreciendo al pueblo métodos donde poder desahogarse, Internet, por
ejemplo, lugar donde puedes expresarte todo lo que quieras y relajar
tu ira, así se aseguran que no la descargues contra los culpables.
Es que aún encima ni se esconden, están seguros de sí mismos y
todo gracias al escudo de placebos que se han montado para nosotros,
donde podemos pegar puñetazos y cabezazos sin que ellos se vean
siquiera rasguñados.
El caso
Beatles es igual o más difícil. Para que ocurra una nueva
revolución de sonido y nueva variedad musical, así como la
aparición de un poeta del pueblo, no general, si no mundial, sería
unos puntos casi imposibles actualmente. Primero porque las
discográficas se preocupan de no vender música demasiado
protestante, y si lo permiten, es más de lo mismo donde la gente ya
ni se inmuta, solo aquellos que acaben de descubrir las críticas. Y
luego, porque censuran, si ven que algo no les conviene o no es
adecuado según su prisma, pues ale, a recortar que si no “eso no
vende” (cuan seguros de sí mismos están siempre al opinar esto).
El artista, claro está, le toca tragar, ya sea por necedad, ganas de
fama y decepción o por necesidad de ganarse el pan. Aún así veo
cierta esperanza, todo gracias a la auto-promoción y venta propia
que poco a poco tantos artistas están tomando, hasta que, claro
está, las empresas que les ayudan se vean obligadas a controlar y
censurar el contenido de estos independientes.
Mirad si es
difícil el tema de que surja otra revolución musical que sería
como que, de repente, Justin Bieber (ejemplo por ser de lo más
vendido y de repercusión en seguidores similar a los de Liverpool)
se dejara de repente de hacer conciertos y le diera por hacer música
experimental, inventara nuevo género ¡y se le diera de maravilla!
Suena fantasioso, pero ya sucedió una vez.
Precisamente
por eso que ya sucedió por lo que, quien rayos quiera estar detrás
de todo esto, puso medidas contra ello, convirtiendo a una de las
fuerzas más poderosas que tenemos y la durmió en un sueño de
Singles, remixes y censuras hasta tal punto que hoy en día ya no nos
planteamos siquiera que alternativas hay a la hora de crear música,
de experimentar o de investigar. Algo irónico teniendo Internet,
donde todo tiene cabida y descubrir está al alcance de la mano. Pero
hay otra medida preventiva ahí, como el día a día que nos ha
vuelto tan cómodos y rutinarios, que ya no tenemos programado el
cambiar de ruta con facilidad, así seguro que no nos salimos del
carril y nos vamos por sendas “peligrosas y equivocadas” donde
puede expresarse nuestra ira contenida. Al final dicha ira la paga
quien menos se lo merece: nosotros mismos.
Esta rutina
está bien representada en la música actual, tan lineal hasta tal
punto que cuesta diferenciar alguna que otra canción. Es lo que
tiene cuando centras todo en hablar siempre de los mismos temas (el
amor mueve al mundo, pero no de la manera que lo plantean los ídolos
de turno) o se oye más el ritmo que la fuerza de la música y su
mensaje. Si tienes a todos entretenidos bailando, de seguro que sus
protestas relegadas al olvido de algún rincón de la memoria de una
conversación o de un blog o tweet de este océano, no toman esa
fuerza tan temida, esa necesidad de revolución.
0 comentarios:
Publicar un comentario