lunes, 24 de agosto de 2015

El Humor ya no es lo que Era




─Tronco, tengo aquí unos chistes sobre mujeres que…
─¿Qué dices loco? ─dijo casi atragantándose─. No puedes hacer eso, nos buscarías un lío…
─¿Ah, sí? No sé, son bromas, a mi mujer y a mi hija no les importó…
─No puedes, te llamarían de cerdo para arriba. Tendrás que buscar otra cosa ─dijo y miró a los lados como si de verdad la buscara─. Sin embargo, prueba a hacer chistes de hombres, que funcionan para ambos sexos.
─¿Pero…? ─sus ojos se pusieron un poco bizcos─. En fin, déjalo, tengo otros en la reserva. Tengo que mantener mi fama de precavido.
─Eso está bien.
─¿Qué te parecería atacar con chistes sobre perros…?
─¡No! ─gritó y se puso las manos en la cabeza─. ¡Eso es peor! ¡Estás ido! ¡Ido te digo!
─Estás quedándote conmigo, ¿no?
─No, para nada ─exclamó con más calma─. Meterse con un animal supone tener asociaciones y asociaciones de asociaciones encima exigiendo derechos.
─Si mi gato vive mejor que yo, y los chistes de perro le encantan ─dijo y sonrió, pero no consiguió la empatía esperada─. Vale, vale, ¿cambio la palabra perro por otro animal…?
─Que te digo que no, que nos buscas la ruina.
─Algún animal habrá que…
─Los insectos. Con esos haz lo que quieras. A nadie le gustan los insectos.
─¿Ni los que los estudian?
─Ni a esos. Haz las gracias que quieras con bichos.
─Bien ─alargó─. Sí ─insistió─. Pues menos mal que soy el más cauto de la ciudad y tengo aquí unos chistes nuevos sobre el gobierno que ya verás…
─¡Desequilibrado! ¡Peligroso! ¡Sin seso!
─Ya estamos.
─¿Pero no te has enterado de la nueva ley? Si te pasas de la raya te cae una multa que te va a quitar las ganas de reír por el resto de tu vida. Eso si no acabas en la cárcel.
─¿Por decir tonterías uno puede acabar en la cárcel?
─Sí.
─¿Desde cuándo las risas tienen precio…?
─Desde siempre, por eso cobramos entrada. Es así, lo tendrás que aceptar.
─Me cago en… ─se contuvo. Recordó que el médico le recomendó no enfadarse─. ¿Hay algún político que caiga tan mal que hasta su propia ley le tenga ganas?
─No sé ─dijo y quedó pensando. Reaccionó de sopetón─. De nazis. Todo el mundo los odia.
─Pero eso está muy manido, por favor.
─Es lo que hay, tío.
─Vale, vale. Pues a ver qué hago ahora con mi repertorio…
─Tú sabrás, pero lo necesitamos cuanto antes.
─Haré un apaño y fusionaré un chiste por allí y otro por acá.
─Que sí, confío en ti, que ahora tengo prisa.

Llegó la noche de la gala y el humorista salió al escenario:

─¡Buenas noches! Querido público, ¿saben ustedes el de la cucaracha nazi que se dejaba la tapa del váter abierta?

Al día siguiente en un artículo del periódico se comentaba que el gran humorista de la ciudad había perdido fuelle con su nuevo espectáculo, que ya no era el mismo, que antes arriesgaba más y que ahora era alguien sobrevalorado…

En la actualidad es más feliz siendo un payaso de calle, allí donde sus chistes son libres y auténticos como las risas que provoca.

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