
Me hallo esperando en un sillón que de caro sólo tiene el aspecto. He conseguido, tras meses de insistir, una entrevista en su propia casa con el reconocido autor Dereck Saint. Quiero creer que ha accedido a mi petición por esa misma insistencia. Debe de apreciar a los testarudos. Lo veo entrar al salón donde me tiene esperando y, como si realmente hiciese entrevistas a menudo, se sienta frente a mí en el otro sillón a juego. Me pide disculpas por la espera y por no tener café ni té insulso que ofrecerme. Preguntamos qué tal el día, respuestas automáticas y, al fin, enciendo la grabadora y da comienzo la entrevista:
—Háblenos de dónde...