Porque la vida es Pi.
La vida es girar y no parar, en ocasiones irracional. Nacemos de nuestros
padres para ser tres, y desde el primer tropezón en forma de coma todo es un no
parar. Definimos las vueltas a partir de su centro: nosotros, pero no podemos
saber a dónde lleva hasta que volvemos a pasar por el mismo lugar. A cada
vuelta más se extiende, más se aleja la espiral y se agranda el círculo. Cuando
estamos en comodidad, son vueltas sin parar para desgastar y dejar una impronta
quemada, marcada a través de años de trabajo constante casi consciente.
Lo suyo es agrandar, pero cuesta una barbaridad, y nos acostumbramos a los
mismos puntos una y otra vez, una y otra vez. Lo ideal es ganar experiencia y
pasar por lo mismo con otros ojos, y a la siguiente vuelta más perspectiva. El
pasado y el yo en el centro, lo definido, visto en la seguridad de la lejanía,
lanzando una sensación percatada de como fueron las cosas en los primeros
círculos cerrados con olor a neumático.
La espiral se extiende y extenderá. Se hace círculo que no se puede medir.
Pero lo inmenso se aprecia, inevitable, y el límite será la anchura del
Universo, la altura contando desde el suelo.
Pon a prueba el interior; expande el exterior, y vomita el resultado sobre
la vida... porque ésta es, y será, Pi.
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