Repasando mis
canciones favoritas regresé a encontrarme con una que jamás se ha marchado.
“Souvenirs D’un Autre Monde” de la banda Alcest forma ya parte de mi vida. Una
historia sencilla precedida sin embargo de confesiones que quiero relatar a
modo de quien está en el diván. Lo mío con este tema es tan pasional que me
inspiró a escribir una novela corta durante el NaNoWriMo de hace unos años. “Lucía quiere Soñar: Un Regalo de Otro Mundo” es
una historia inédita con un aire a lo Michael Ende. En la trama una niña
llamada Lucía jamás ha soñado, hasta que una noche, tras ver a su padre con
cierta preocupación, sueña por primera vez con un mundo donde está bastante
lúcida. Dicho mundo es una suerte de País de las Maravillas donde la niña no
comprende de qué le servirá visitarlo, hasta que un día, observando a su padre
deprimido, le promete que le traerá un recuerdo de ese mundo para animarlo.
Años después la canción sigue
inspirándome como el primer día, y siento que aún no le he escrito las páginas
suficientes como homenaje. Este texto es mi confesión por el amor al arte y la
vida, sinónimos que sólo descubrimos en el borde de la desesperación creativa.
Dejad que me libere.
Una de las mejores formas de
saber si una canción es buena es comprobar si logra hacerte imaginar, frase de
Lemmy de Motörhead. Con esa filosofía derroté a los géneros y aprendí a amar
toda la música posible mientras imágenes, sensaciones y emociones me asaltaran
la mente. Pero antes de eso estaba encerrado en un par de estilos, hasta que en
un punto álgido de mi adolescencia tuve un arrebato que nunca supe explicar.
Lo
mío con la música va ligado a una de las esencias que hacen funcionar a la
vida, y con extraña sincronía que nunca quiero analizar suceden hechos
diferentes al tiempo de descubrir un gran disco o banda. En esos momentos
confusos, vagos y abstractos conocí el disco “The Human Equation” de Ayreon, lo
que me llevó a profundizar en el Rock Progresivo, estilo que si no logra
abrirte la mente te la cierra más. Fue entonces que entre lágrimas viví lo que
algunos escritores llaman “La Noche Oscura del Alma”, y acompañado de la que me
convencí en llamar la última canción agarré un buen puñado de medicamentos sin mirar
y los mezclé en una botella con agua. Permanecí en el baño.
No vomité, por lo que la
purgación debió de ser en otro sentido invisible.
Al despertar estaba en mi cama y,
juro, que mi cabeza estaba limpia. Mi mente estaba clara como nunca había
sentido. Salvo por una especie de corriente física en el lateral de la cabeza,
todo era conciencia pura sin interrupciones o distracciones. Durante esa mañana
vi el mundo a través de un cristal nuevo, y fue doloroso volver a la normalidad
en el resto del día. Regresó esa piedra entre los hemisferios del cerebro; el
peso de los días. Al menos tenía nuevos compañeros de viaje: mis prontos grupos
favoritos me esperaban, una nueva etapa de la que aún no sé si mis conocidos se
percataron.
Los tópicos son terribles y
aborrecibles, frases hechas llenas de una originalidad o ingenio ya imposibles
de recordar debido a la costumbre, que lo torna todo invisible. Pero si se
piensan en frío, tienen calidad al alcance de todos. Uno de los más remarcados
es sobre que los escritores tienden más que otros al suicidio, hecho que es
realista dentro del mundo artístico en general. Unos se van de la vida
desesperados por la situación económica, otros por la social y unos últimos por
la emocional. También mencionar aquellos artistas que se apegan y analizan
tanto la realidad que la depresión es lo único que van a hallar entre las
esquinas del sentido de la vida. Sin embargo no se nombran a los que tienen
exceso de creatividad. Es terrible. Más de una vez me han dicho que les gusta
mi imaginación, que soy un volcán creativo, pero sin decirles nada alego de qué
sirve la potencia sin control. Tengo ideas todos los días, sin excepción, las
cuales apunto para auto-convencerme que algún día servirán, pero sé que se
quedarán en el olvido. Temo abrir cada documento y evaluar la cantidad de páginas
de ideas que llevo ya escritas. Prefiero ceñirme a la idea sobre que las
mejores no se olvidan, que sin necesidad de ser apuntadas permanecen ahí. El
problema es el peso en la mente, un dolor de cabeza tenue aunque permanente que
me obliga a estar distraído a menudo. Si no fuera por mi vida social, hace
tiempo que me habría evadido fuera del mundo.
Debido a que vivo con ello se
aprende a manejarlo, y en parte es gracias a la música. Tengo la teoría de que
como la creatividad es algo abstracto se puede dominar con otros abstractos. Si
uno quiere alcanzar la belleza no puede hacerlo de otro modo si no es con el
arte, concepto igual de abstracto situado en ese mundo de las ideas a lo
Platón. Es a través de la música que puedo canalizar mis textos, que puedo normalizar
mis irregulares emociones aunque sea dictado por lo que digan unas melodías y
sus armonías, bajo la batuta del ritmo me enfoco y sé qué quiero explicar.
Mientras escribo ahora lo hago con el último disco de Alcest. De haber
silencio, este texto resultaría más caótico, para nada elocuente. Hay grilletes
a los que aceptamos encadenarnos. Al menos mi opresor no los aprieta y trae algo
más que pan y agua.
Uno acepta a ser como es, a
conocerse y valorar la aventura llena de experiencia que supone. Uno comienza
desde niño, permaneciendo detalles que se acaban convirtiendo en verdades o
sueños. De mis ideales está formar una familia, y desde joven me propuse que
algún día tendría una hija, a saber por qué, pero analizando deduzco que fue
porque estaba más a gusto jugando con las chicas de mi clase que con los locos
del fútbol, deporte que me resultaba violento hasta lo gore. Tenía un lado
femenino remarcado, y siempre pensé que tener una hija era mejor porque
resultaría más fácil de llevar, que eran más buenas. Ahora sé que no tiene nada
que ver, y qué inocente resulta ese niño que fui. Sin embargo sí entiendo y
recuerdo que lo de querer formar una familia viene por la separación de mis
padres. Supongo que siempre he querido saber qué se siente teniendo una familia
sin problemas, estructurada. Qué iluso.
De esas concepciones tempranas
supongo que es de donde surgió mi personaje fetiche, ese rendirme al asumir que
soy difícil para tener pareja y que al menos me queda la creatividad para crear
una hija. Al final resulta que mi personaje principal es sólo parte de mi ego,
pero los hijos son un poco de eso.
Es entonces que quiero llegar a
otro punto de mi vida, donde me percaté de la importancia que le doy a lo que voy
creando aunque quede en el olvido.
Una noche en la playa, con una
luna llena agrandada e impertinente, casi acabé ahogado. Por segunda vez en mi
vida me vi sumergido al borde de la vida, y esta vez fue más cercano que con la
primera. Temo por la tercera.
También había agua, viva la
ironía, y no debí adentrarme tanto aun sabiendo que la luna altera las mareas y
esas cosas. No sabía nadar (ahora sí, o un poco mejor) y los brazos del mar aumentan
su fuerza cuando lo analizas, mal acostumbrado al tiempo previo dentro del agua.
También le estaba sucediendo a mi mejor amigo, tan conectados hasta en eso,
nuestras vidas llenas de sincronicidades. Terrible simetría de la que
escapamos, quizás exagerado el recuerdo pero demasiado verídica la situación. Recuerdo
que al volver a casa aún sentía el empuje de las olas por mi cuerpo, y tumbado
en la cama era estar bajo el agua, mareado por la vista inquieta, con los
orificios pitando. El mareo llevó a la oscuridad del sueño. No suelo recordar
lo que sueño, supongo que es porque lo hago despierto por el resto del día.
Lo que quiero remarcar del suceso
es que durante aquel último caos la imagen de la protagonista de mi cómic y
novela me sobrevino. ¿Qué significó aquello? ¿Qué clase de anclaje era ese en
un momento tan serio? En lugar de pensar en alguien o algo real en la
desesperación lo hice con alguien ficticio, y con el tiempo he querido
convencerme que en verdad era una imagen simbólica, que después de todo
representa a la hija que cuando niño esperaba ver algún día nacer en mi propia
familia. Con eso aprendí que los sueños jamás mueren, sólo se transforman y
toman otras formas o conceptos de mismo ideal.
Es por ello que quiero dedicar
este texto a esa niña de ficción que ha tomado tantas formas. Que si con el
texto “Rapa Aras”, las mellizas River o la citada Lucía, que sólo piensa en
animar a su padre y que en aquel instante entre olas también me tendió la mano.
Al final la metáfora del libro es que el regalo de otro mundo no es físico,
sino un gesto que lo define todo. No hay mejor regalo que los hechos, y quiero
creer que ese día volví a nacer como escritor, convencido que si insisto y
continúo sin importar, escribiendo y escribiendo, lograré lo que me proponga.
Quizá exagero mis dos duelos con
la muerte ─más porque los gané de suerte─, pero como todo son inspiraciones que
ayudan a mejorar. Es por eso que valoro tanto a Jero, de nick Cometa, que se
puede considerar de los mejores escritores de la web. No vivo su situación,
pero es recordar el agua rodeándome; sobre mí; a mis espaldas, que comprendo un
poco mejor qué es vivir al borde de la vida, donde el acantilado. Un saludo
compañero, eres un ejemplo.
Todo esto me lo evoca
una sola canción. Podría hablar en un plano técnico de “Souvenirs D’Un Autre
Monde”, sobre esa armonía que va mutando, la distorsión a la “Shoegaze”, los
arpegios evocadores, la voz con efecto etéreo o ese clímax digno del mejor
“Post-Rock”, pero sería faltarle al respeto. Es mejor escribir mientras uno se
deja llevar, ponerse la canción y que los dedos conecten con la mente. El resto
es historia.
Nunca estaré lo suficiente
agradecido a la música, mi eterna compañera con la que tantas veces he hecho el
amor y con la que, ahora que analizo, he tenido tantos hijos en forma de
textos, relatos, libros e inspiraciones variadas. Joder, cómo mola ¿no?
Por lo que aquí va mi oda a una
canción, al estallido de corazón que provoca su clímax, a los colores que se
pasean frente a mí como si fuesen tan reales como mi cuerpo. A los átomos de
conciencia evocados sin más, a la perpetua razón que permite el abstracto; a
los nuevos pensamientos por cada pasaje.
Gracias.
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