¿Qué se define por hacer bien y hacer el mal? ¿De dónde
surge el “placer” de hacer el mal? En verdad no es placer, es resentimiento,
egoísmo o quizás una terrible inmadurez.
El problema es cuando sí hay placer en el mal acto.
A partir del momento en que la religión se mezcló con la
política se definió para siempre el concepto del bien y el mal. La figura de
Dios se expandió y, aunque no diese el ejemplo con esos arrebatos y diluvios,
se comenzó a precisar definitivamente el porqué robar, golpear o asesinar
estaba mal.
Y con ello llegó el condicionamiento.
Una de las preguntas que surgen es, si uno nace ajeno a toda
esta moral creada, ¿qué sucede? ¿Agredirá a otra persona sin inmutarse con tal
de comer? Bien le parecerá normal coger lo que vea aquí o allá o procreará
sobre la mesa de una cafetería. Su moral no entiende ni de bien ni mal, sólo sabe
de una cosa, la más primordial de todas:
Existir y reproducirse.
Sin embargo, con tal de llevar a cabo ese designio de los
genes llegará a un acuerdo con la sociedad, más porque es mayoría y pueden
acabar con su seguridad con facilidad. Una vez pactado, se adaptará a ser uno
más y se ganará el pan como nos han dicho que se hace. Tendrá que saber y poner
en práctica qué está bien y qué mal, lo que le llevará su tiempo. Alguna vez
hará daño con sus acciones, pero se le podrá perdonar porque forma parte del
grupo, lo que antes, cuando era un ser con exceso de instinto, no le era
permitido ni perdonado.
Tras esta teoría quiero centrarme en el mal: el verdadero
mal. ¿Qué es? ¿El placer de hacer daño y robar sin motivo? ¿El dejarse llevar
aunque se cause la destrucción incluso propia? Hasta el Lucifer de los libros
tiene sus motivos, interpretándose según el autor que sus actos surgen de la envidia,
por enamorarse de Eva, o por parecerle injusto el sistema de Dios. El primer
caído tenía sus motivos para hacer el mal, pero incluso algunos defienden que
fue un punto de vista, por lo que puede ser relativo el bien y el mal en su
ser. Fueron los milenios lo que terminaron de requemarle, poniendo incluso a
prueba al hijo de Dios porque bien él también lo es, y como hermano mayor
quiere dar una lección, sabiendo en el fondo que aún está atado a su padre y
sus planes; para Lucifer nada ha cambiado nunca, y eso lo atormenta, le da una
causa para ser el señor del mal. Su final más justo es provocar el mal adrede
para que el bien pueda ser valorado como merece.
Aunque hay cosas peores que el demonio, y en parte porque
son reales. Los psicópatas y sociópatas que llegan al extremo de matar podrían
ser un ejemplo, pero en la mayoría de casos hay causas relacionadas con una
enfermedad mental o una neurosis acumulada demasiado tiempo. Hay muchas buenas
personas que matan de repente debido a que no podían más y la válvula de escape
tuvo que ser la violencia. Pero, ¿y cuando alguien mata de forma gratuita? Los
animales matan por sobrevivir, es su ciclo, y eso los convierte en los seres
más inocentes de todos. Los humanos tienen un instinto similar, solo que han
aprendido a domarlo. ¿Qué sucede entonces con quien mata y destruye porque sí y
a conciencia? ¿De verdad pueden existir esas ideas? ¿Qué obtiene…?
Nada. Y es esa sensación lo que hace a uno pensar que el mal
existe, mucho más que el bien.
Mirando la televisión uno descubre enseguida que lo que
vende es el mal. El bien son sonrisas escuetas, pero el mal perdura en
conversaciones más allá de los medios. Parece como si el humano, sobre todo antes
de que existiese el concepto actual de moralidad, hubiese intentado huir de esa
naturaleza. Siempre ha sido consciente de sus errores, y durante siglos ha ido confeccionando
una clase de leyes de perfeccionamiento para negar la realidad que lo
atormenta. Cuando se pasa de la raya lo niega, un sistema de defensa, y aunque
lo acabe aceptando obligará al olvido a actuar. Crear un sistema moral no ha
permitido ni logrado nada, y la esperanza de enseñar a las nuevas generaciones
no sirve porque todos acabamos actuando por naturaleza incluso aquellos que
obedecen las normas al máximo. Éstas no pueden tener el control, y eso que
están hechas para ser cumplidas con facilidad… ¿no? Si es así, ¿por qué no
podemos evitar desobedecer? Si sabemos que es por nuestro bien y por el de los
demás, ¿por qué el sistema no es perfecto?
Las personas nunca hemos dejado de actuar igual desde el
primer hombre. La diferencia ha sido las máscaras que hemos ido mudando para
poder adaptarnos. Nada ha cambiado, y eso es abrumador si se piensa en frío.
Nunca ha habido bien o mal, sino un único concepto con
nombre propio y que nadie quiere admitir. En el fondo sabemos que algo siempre
ha estado ahí, y es lo único real que saco de todo esto.
1 comentarios:
Muy interesantes tus reflexiones. Mas allá de religiones, leyes o locuras, creo; como tú, que el hombre es el mismo y usa diferentes mascaras según la ocasión. En realidad nos rige nuestra conciencia (aún desviada) y oscilamos entre cuatro polos: el bien o el mal y lo que nos conviene o no. Un abrazxo
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